1. Siempre que me es posible, prefiero usar otras expresiones más apropiadas por respetuosas,
como animales bajo tutela, tratando de evitar así otras que alimentan la percepción de éstos como recursos a nuestra disposición. La definición animales de compañía refuerza la idea subyacente que impera en nuestra sociedad antropocéntrica, como si perros, gatos y otras especies no tuvieran otro cometido que la de acompañarnos, es decir, paliar nuestra soledad. Los convertimos así en una suerte de herramientas terapéuticas. En cualquier caso, y por meras cuestiones de practicidad, asumo con frecuencia la definición popular.

2. No creo decir nada extraordinario si afirmo que toda nuestra existencia (no la de los seres humanos en particular, sino la de todos los seres sensibles, ergo, la de todos los animales) se ve condicionada por dos caras de la misma moneda: felicidad y sufrimiento. Perseguimos lícitamente la primera, mientras nos esforzamos con idéntica legitimidad moral en huir del segundo. Es tan simple como parece.

3. Dejaremos de lado, por supuesto, el factor emocional, que en cualquier caso serviría igual si
de humanos hablásemos, pues los afectos no conocen de fronteras de especie, de tal forma que
resulta por completo comprensible que sintamos mayor cariño por nuestro perro que por un humano desconocido. (¡Solo faltaba!)

4. No en vano, el término compadecer se construye a partir de padecer con. Estamos ante un puro ejercicio de empatía, pues con ello se acompaña al sufriente en su desdicha, haciéndola más llevadera.

5. Quizá resulte innecesario por obvio, pero –y salvo que uno crea en algo como la reencarnación
o en un paraíso específicamente diseñado para las buenas almas, donde se resarcirá a éstas de los padecimientos terrenales– conviene en este punto recordar que cada ser vivo tiene una sola vida, una sola experiencia vital, y que por ello ésta se muestra irrepetible y única. Es lo que hay. Si alguien tiene la jodida mala suerte de padecer durante su oportunidad, jamás podrá acceder a una segunda opción, y compensar así la desdicha de la primera.

6. Pero no sólo ésta. En realidad, cualquier medio con un elemental espíritu de formación intelectual, entiéndase la anotación.

7. Me refiero a Richard Ryder, quien acuñó también el afortunado término especismo, atribuido
inapropiadamente a Peter Singer (quien sí se encargó de popularizarlo a través de su obra Liberación Animal). El especismo vendría a ser el equivalente al racismo, al sexismo o al machismo, solo que basando su discriminación sobre el concepto de especie. Somos especistas cuando acariciamos al cachorro de perro y nos comemos al cachorro de cerdo, ambos animales, vertebrados y mamíferos, ambos con idéntica capacidad para disfrutar y sufrir. Por descontado, la forma más practicada de especismo es el antropocentrismo, urdido sobre la [peregrina] idea de que el mero hecho de pertenecer a la especie humana supone aval suficiente para merecer derechos básicos (a la vida y a la integridad física, particularmente), mientras que pueden serles
negados a quien no pertenece a dicha comunidad, no tanto por ser lo que es, sino por no ser humano, como ha quedado dicho en el texto.
Kepa Tamames (http://kepatamames.blogspot.- com) es presidente de ATEA (Asociación para
un Trato Ético con los Animales) [www.- ateaweb.com]), activista por los derechos de los animales desde 1986 y autor de Tú también eres un animal, un ambicioso proyecto editorial considerado la primera guía argumental para la defensa teórica de los animales.